privado:
balance |
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instalación
site-specific |
(2016) |
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Descripción |
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Instalación
desarrollada para las salitas de la Fundación OSDE.
Como tela de fondo está la asociación histórica
entre la arquitectura neo-clásica y los bancos más
tradicionales de Buenos Aires. En dos salas contiguas, hay
dos puestas interrelacionadas: la primera sala tiene tres
terminales reminiscentes de cajeros automáticos y en
la segunda, un ámbito de depósito administrativo,
iluminado por las llamas titilantes del fuego. |
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privado:
balance |
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Fundación
OSDE, Buenos Aires |
Las
Salitas |
2016
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Privado: Balance |
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La mano
de una mujer se eleva con gracia y deja caer una prenda recién
sacada en el borde de un biombo ante la mirada fija de un
observador. El acuerdo entre los dos es delgado como el papel,
pero tan firme como la arquitectura mínima que mantiene la
mampara en pie. Lo privado siempre ha sido una negociación.
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Al
nacer no somos dueños de nada, salvo de nuestros secretos.
Aún el más nimio de ellos nos pertenece exclusivamente hasta
que decidimos entregarlo, exponerlo, o emplearlo como moneda
de cambio. En occidente se suele hablar de la privacidad como
un derecho, el resultado de un acuerdo que nos permite mantener
cierta información personal lejos de la vista de ojos ajenos.
Sin embargo, ese derecho, como tantos otros, se ha transformado
imperceptiblemente en privilegio. |
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Como
una gotera que, tarde o temprano vacía hasta un tanque de
enormes dimensiones, se nos extraen pequeños detalles personales
silenciosamente, en cantidades tan ínfimas que ni se nota
la falta. Cuando al fin advertimos el descubierto, el balance
ya se encuentra irremediablemente en rojo. |
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¿Hacia
dónde escurren esas gotas perdidas, escapadas, raptadas? ¿Tendrían
el mismo destino que todos los décimos de centavo que siempre
quedan a favor del otro? ¿O se congregarían, como tantas gotas
de mercurio que se aúnan solas en respuesta a una gravitación
extraña, sin ninguna mano visible que las junte? |
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La reserva
más grande de la privacidad se encuentra en compañía de los
demás bienes de valor, dentro de cajas pequeñas, medianas
y grandes de metal bajo múltiples llaves en las oscuras entrañas
reales y virtuales de los bancos. Allí se mantiene un vasto
reservorio del derecho a mantener lo secreto como tal, protegido
contra la voluntad vacilante de los que pretendieran sacarlo
a la luz del día, en bóvedas que lo salvaguardan como al vampiro
le protege su infalible cripta. |
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Lo secreto
constituye el paraíso aquí y ahora para los que acceden al
privilegio. Para los demás hay un adiestramiento sin prisa,
sin pausa, sin tregua y sin piedad que los acostumbra a ceder
voluntariamente lo que les pertenece. Las instituciones nos
marean con claves, códigos y preguntas secretas para disfrazar
su libre acceso a -y control remoto sobre- nuestros datos
más personales. Nos hablan en un latín ininteligible, la lengua
de la ley. Nos urgen a divertirnos documentando y publicando
cada momento de cada día, sin dejar afuera ningún pensamiento,
deseo o emoción, por pasajero que fuera. Cada gota suma. |
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¿Existe
alguna ley universal de la conservación de lo privado, como
las hay para la energía ó la materia? ¿O será un caso de consumo
infinito, como los vampiros, que requieren de dosis regulares
de sangre ajena para sostener su vida mortífera? |
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Por profundo
que sea el sepulcro, mientras exista la posibilidad de que
lo secreto salga a la luz, hay una grieta en la armadura y
el privilegio es imperfecto. La última garantía radica en
el poder de, llegado el momento, hacerlo desaparecer por completo,
como un elefante en manos de Houdini. La seguridad máxima
solo se encuentra en las llamas de la destrucción definitiva.
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Es probable
que hasta las leyes universales tengan su letra chica, pero
no significa que el equilibrio se ausente por completo. El
paraíso necesita del fuego para existir. Cada paso que cedemos
es un avance desde el otro lado, cada cosita que soltamos
cae en manos de alguien. Cada depósito en el paraíso de lo
privado fue retirado de algún lugar en algún momento. |
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Tamara
Stuby
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Ficha
técnica: |
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Sala
1 |
Tres
biombos: tiras de papel salidas de una trituradora de documentos,
marcos de madera. |
Tres
terminales de autoservicio: madera, PVC transparente y tanza.
(Advertencia: el efecto óptico generado al deslizar
el botón puede resultar hipnotizante y/o adictivo.) |
Las
tramas impresas utilizadas para todo vienen de los sobres
"de seguridad" utilizados por los bancos para sus envíos. |
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Sala
2 |
Fuego:
luz, aire y seda. |
Un biombo:
diarios cortados y censurados (a lo antiguo, con cinta negra). |
Ficheros
de metal, estantes de metal, cajas de documentos de cartón.
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Escritorio
de madera con libro de actas (cerrado con faja) y sobres confidenciales
con ventanitas mostrando lo que hay adentro. |
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